martes, 26 de abril de 2011

El Año de los Cinco Emperadores

O de cómo hacer temblar los cimientos del Imperio desde dentro

Corría el año 177 cuando Marco Aurelio, “el Filósofo”, fallecía en lo que hoy es Viena. Ridley Scott nos dice que fue su propio hijo quien acabó con su vida porque quería que un general de sus tropas restaurase la República, pero permítanme que lo dude. Lo que sí es cierto es que Marco Aurelio sabía que Cómodo, su hijo, lo iba a tener difícil para estar a la altura. En lugar de adoptar a alguien más apto (como hicieron los emperadores anteriores), nombró César a su propio hijo, y la Historia nos ha demostrado que erró.

Así empieza la segunda gran crisis del Imperio Romano. La primera vino tras el ascenso y posterior asesinato del emperador Nerón Claudio César Augusto Germánico, Nerón a secas para acortar. Tras su muerte se inició el que se conoció como “Año de los Cuatro Emperadores”, un año (aproximadamente) en el que Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano se batieron el cobre para ser gobernantes durante al menos un par de semanas. Y es que la guardia imperial, los pretorianos, comenzaban a tener mucho poder, tanto como para poner y deponer emperadores al gusto.

La Historia tiende a repetirse si no se tiene cuidado. Cómodo no lo tuvo, y se convirtió en otro Nerón un siglo y poco después. La diferencia es que en vez de incendiar Roma, la entretuvo con juegos gladiatorios durante meses y meses (aunque Roma también se quemó a finales de su reinado, solo que no debió ser culpa suya...). Pero lejos de ser un hedonista, Cómodo se mostró como un autócrata paranoico y cruel. Algo así como una perversa mezcla de lo peor de Calígula, Nerón y Domiciano.

 Busto de Cómodo de Éfeso
(Por Segafredo18 (Trabajo propio) [CC-BY-SA-3.0 (www.creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) undefined GFDL (www.gnu.org/copyleft/fdl.html)], undefined)
 
Cómodo poco a poco vio como su carácter degeneraba y se agriaba, y llegó un momento en que todo aquél que estaba cerca suyo podía correr el riesgo de ser acusado de conspirar contra su persona. Pero hay que entenderlo, se pasó buena parte de sus primeros años desmontando intentos de asesinato, algunos gestados incluso por miembros de su familia, como el que tramó su hermana Lucilla (viuda del ex-coemperador Lucio Vero).

Cuando no trataban de matarle, las conjuras contra sus allegados y prohombres de Roma le afectaban de lleno. Y a pesar de que se iba trastornando por días, las fuentes nos lo presentan como un cruel y despiadado ecuánime repartidor de justicia y relativamente eficiente administrador. Y como Emperador, la solía tocar bailar con la más fea: era él el encargado de dictar las sentencias de muerte contra aquellos que le eran afines, pero que o bien fueron víctimas de un complot o en verdad tramaron alguna. Y como estamos en Roma, no sólo pagaba el condenado, también su familia.

Pero la mente de Cómodo había llegado a un punto de no retorno y, como los aviones, era imposible que volviese a tierra sin provocar un accidente. Sus aires de grandeza personal se volvieron con el tiempo insostenibles, como (sí, ¡por fin!) su asimilación al semidiós Hércules y su creciente afición por bajar a la arena a luchar contra gladiadores que, seamos serios, no luchaban con una mano atada a la espalda y los pies encadenados de milagro. Toda su decente administración se fue al garete en apenas cinco años, y los altos cargos de su gobierno decidieron ponerle fin.

Cómodo, como Hércules
(Ver la página del autor [CC-BY-SA-2.5-it (www.creativecommons.org/licenses/by-sa/2.5/it/deed.en)], undefined)


Y dicho fin llegó en 193, cuando tras sobrevivir a un tentempié envenenado fue estrangulado por un liberto mientras se daba un baño. Mala hierba nunca muere, dicen. Pero en verdad no fue un fin, sino el principio del fin de una época de relativa paz interna. Llevábamos ciento diez años sin que un emperador fuera asesinado, pero esta “tradición” se convertirá en algo demasiado habitual de aquí en adelante.

Los conjurados dispusieron que Pértinax fuese su sucesor, el uno de enero de 193. Hasta entonces había desarrollado una carrera política impecable, y había alcanzado el cargo de prefecto civil. Fue el primero de los cinco emperadores que durante ese año se disputaron el trono romano.

Pértinax fue asesinado a finales de marzo por los pretorianos. El vacío de poder se rellenó a base de sestercios, concretamente 25.000 por cabeza a cada legionario que apoyase a Didio Juliano, cinco mil más que los que ofreció su rival, Sulpiciano. Con el apoyo de las tropas, el Senado reconoció a Juliano como nuevo Emperador.

Pero, y aquí empieza el follón, no pudo sobornar a todo el tropamen, y tres caudillos dijeron que si él tenía tropas, ellos más. Los tres elegidos fueron Prescenio Níger, gobernador de Asia Menor; Clodio Albino, de Britania; y Septimio Severo, general de las legiones de Panonia (el torno al Danubio en lo que hoy es Austria y Hungría). Los tres fueron proclamados emperadores por sus respectivas tropas, y comenzaron a acuñar moneda.

Septimio marchó sobre Roma ipso facto, con la intención de ajusticiar a Didio Juliano, y de hecho lo hizo: lo capturó y decapitó, y de paso, dio un repaso a la Guardia Pretoriana, eliminando a todo aquel soldado sospechoso de haber conspirado contra Pértinax. Y es que Severo buscó legitimarse aferrándose a éste como el último emperador legal.

El primero de junio de 193 sólo quedaban tres, y la guerra civil podía extenderse durante años, pues Septimio Severo ahora también tenía a las tropa de Juliano a su servicio, pero sus adversarios comandaban a veteranos de las zonas más conflictivas del Imperio (básicamente, estaban hartitos de cascar a pictos y partos).

Pero Septimio Severo era mucho más inteligente de lo que se podía esperar. Se le pueden achacar muchas cosas, pero ante algunos actos hay que quitarse el sombrero. Sabía de sobra que a los dos no podía derrotar simultáneamente, pero también sabía que una alianza entre sus enemigos era prácticamente imposible. Así que se atrajo para sí a uno de los dos y luego los borró del mapa uno a uno.

Negoció con Clodio Albino el reconocimiento por parte de éste de Septimio Severo como Emperador a cambio de ser nombrado César, su sucesor. Y así machacó sucesivamente en tres batallas a las tropas de Pescenio Níger, a principios de 194. Y una vez desembarazado de uno, le comentó sutilmente al otro que no, que era broma, y que serían sus hijos, Caracalla y Geta, quien le sucederían en el trono imperial. Ante la afrenta, Clodio se autoproclamó emperador en 195 y dio la vara en la Galia hasta su derrota final en 197.

Áureo de Septimio Severo: IMP(erator) CAE(sar) L(ucius) SEP(timius) SEV(erus) PERT(inax) AVG(gustus)

Septimio Severo se había impuesto en la guerra civil a cuatro bandas con inteligencia y fuerza bruta a partes iguales. No sólo pacificó el Imperio durante un par de décadas, sino que logró instaurar su dinastía, la Severa (por su apellido, no por su actitud, aunque en algunos episodios, sobre todo durante el reinado de Caracalla, como ya vimos hace muchos meses, parecen coincidir).

Sin embargo, Roma estaba herida. Muchos no lo veían, otros no lo querían ver y quienes sí lo hacían, se resignaban a no poder hacer nada. La Crisis del Siglo III iba a ser un hecho en unos años, sobre todo a raíz del asesinato de Caracalla y la posterior vorágine en que se sumió el Imperio desde entonces: Macrino, ejecutado; Diadumeniano, ejecutado; Heliogábalo, asesinado (arrojado al Tíber); Alejandro Severo, asesinado; Maximino el Tracio (¿lo recuerdan?), asesinado; Gordiano I, se suicidó tras conocer que su hijo, Gordiano II, murió en combate durante la insurrección familiar contra Maximino...

Y suma y sigue. El primero que no fue asesinado, murió en batalla, por la peste, en una prisión o se suicidó fue Diocleciano que abdicó (¡toma jeroma!) en 305. Cien años de asesinatos políticos, guerras civiles... Cien años de crisis. Y aquí nos quejamos porque llevamos cuatro. Al menos no hemos llegado al punto en que Candidato A asesina a Candidato B para acceder al trono de Moncloa...

Por cierto, ¿no resulta curioso que los adversarios de Severo se llamasen Blanco y Negro?


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