martes, 8 de marzo de 2011

Reyes medievales de Aquí. Capítulo VIII: Bermudo I

O de cómo reinar sin vocación, ni ganas, ni nada de nada

Mauregato ha muerto, viva el rey. ¿Pero quién? ¿Quedan parientes de los “buenos reyes” vivos y dispuestos a gobernar, o tiramos ya del Alfonso, el legítimo? Pues mire usted, aún nos queda por aquí a Bermudo, el hermano pequeño del rey Aurelio. Vaya, eso le hace hijo de Fruela de Cantabria, y por ello nieto de Pedro de Cantabria, con lo que hasta entroncamos por la vía política con el mismísimo Pelayo, pues Fruela era hermano de Alfonso I, y éste yerno de Pelayo. Pero... Bermudo es diácono, y está en el monasterio de Brañalonga. Bueno, mejor eso que dejar que Alfonso, el de Fruela, sí, el que matamos por tirano, ascienda de verdad al trono y nos apiole a todos.


Y así los nobles, en un acto a la desesperada, pusieron la última zancadilla a las aspiraciones tronísticas de Alfonso. ¿Que está tonsurado y ha consagrado su vida a dios? No importa, que se deje crecer el pelo y que se case y nos dé hijos, que se nos acaban las alternativas.

Su padre, como hemos dicho, fue Fruela Pérez (o de Cantabria), y como era el menor (o eso suponemos, porque estaba vivo en 789, algo que no podían decir sus dos hermanos) decidió para él una vida dedicada a la religión. Así terminó en el monasterio, aprendiendo las letras y demás conocimientos sólo al alcance de los monjes. Debió nacer pasado 740, pues era menor que Aurelio (o debería serlo, si no hubiera sido el otro el monje).

Pero el destino tenía preparado otro papel para él. Y se topó de bruces con ello cuando Mauregato falleció en 789. Y no contra su voluntad, pero sí a desgana, aceptó su proclama como rey de Asturias. Una vida dedicada a dios le hizo apartarse todo lo posible de la política.

Su reinado fue de todo menos apacible, y eso que duró tres años, pero no adelantemos acontecimientos. Suponemos que los nobles pretendían hacer de él una marioneta como fue su hermano Aurelio, como pretendieron con Silo y como hicieron con Mauregato. Pero Bermudo debía tener un poco más de carácter, y los tejemanejes palaciegos no dieron tanto de sí.

Además, en 788 había accedido al trono del emirato independiente cordobés el hijo de Abderramán I, Hixam I (o Hixem o Hisham), caracterizado por su celo religioso. Éste tampoco lo tuvo fácil, pues no fue aceptado por todos, y fueron precisamente sus hermano Sulayman y Abdalá quienes se rebelaron contra él. Hacia 790 tenía ya el reino pacificado, con lo que se pudo dedicar a lo que creía que estaba destinado: expandir el Islam. No le veía sentido a la lucha entre hermanos; de atacar a alguien, había que ser al infiel. Y así lo hizo.

Así, Bermudo pasó en dos años de lucir tonsura a portar corona y espada. Y fue poco menos que obligado por su nuevo rango a defender el reino. ¡Pero si no había sido educado para ello! Señores, un poco de coherencia, que luego pasa lo que pasa. Y lo que pasó fue que tras un periodo de razias y saqueos, salieron a plantar batalla a los musulmanes en el Bierzo, en el río Burbia (hoy, en torno a Villafranca), y salieron escaldados.

Era el año 791, y la derrota, cuya magnitud debió ser interesante, sacudió los cimientos del reino. Los árabes volvían a Córdoba tras saquear las tierras de Galicia y Cantabria, y ni el hecho de llevar trotando por el norte una temporada los ablandó. Y el palo que se llevaron fue de época.

Y aquí terminó el reinado de Bermudo I, llamado “el Diácono”. No, no murió en la batalla. Volvió a Asturias, se encontró con que la corte estaba patas arriba y con que, enterado de la noticia, Alfonso venía desde Álava a todo tren. Y decidió que había tenido bastante, y se marchó de nuevo al monasterio dando un corte de mangas de época a todos. Otras fuentes dicen que fue Alfonso quien le echó de una patada y le mandó directo al monasterio otra vez, pero no sé qué creer. A Alfonso le sucedió el hijo de Bermudo, Ramiro, por voluntad propia, así que muy mal no se llevarían.

A pesar de su pasado religioso, Bermudo se casó, suponemos que por presiones de los nobles, que querían hacer de él un rey de verdad. Así que se apañaron las dispensas oportunas y contrajo nupcias con una tal Osenda o Nunilo, según fuentes. Y con ella tuvo tres hijos, al menos: Ramiro, García y Cristina. Wikipedia menciona una tal Thisiena, pero a saber de dónde ha salido. Además, en tres años cuatro hijos me parece un poco “conéjico”, no sé si me explico. Ni cuarentena ni na. O sí, lo mismo por estar casado con dios le pilló el gusto al amor carnal.


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